Lecciones de vida que debieran aprenderse
De nuevo les copio algo de los pensamientos de un sabio y que extraigo de "un libro inagotable" ("Los estoicos"- Epicteto, Séneca y Marco Aurelio); el primero esclavo, el segundo preceptor de Nerón; y el tercero emperador. Los tres sabios de hace casi dos milenios y cuyas enseñanzas, debieran ser de obligada enseñanza, en las escuelas del mundo; pero ello y tantas cosas más, como son "del pasado" o se ignoran o se desprecian; se preconiza "lo moderno", pese a lo que nos presenta la realidad decadente del hoy; por ello es conveniente "mirar atrás y recuperar lo mucho que el pasado aportó al ser humano". "Habla pues, el emperador con sus pensamientos".
"Hay quien critica a la común naturaleza el haber repartido injustamente los bienes entre los buenos y los malos, puesto que sucede muchas veces que los malos gozan de todos los placeres y adquieren en abundancia todo aquello que puede provocárselos, en tanto que los buenos se ven acosados por dolores y sometidos a los más duros trances. En primer lugar el que teme los dolores temerá también todo lo que debe sucederle un día en este mundo, demostrando con esto que es un impío, y en segundo el que busca sin cesar los placeres de los sentidos no se arredrará ante una injusticia, y esto es la impiedad manifiesta. Luego es preciso que el que quiera conformarse al orden de la naturaleza tiene que mirar con indiferencia todas las cosas que ha hecho igualmente ésta; porque no las habría hecho así si no hubiesen sido del todo iguales a su parecer. Por consiguiente es un impío el hombre que no considere con la misma indiferencia los placeres y los dolores, la vida y la muerte, la gloria y el olvido, cosas éstas que la naturaleza universal envía indistintamente a los buenos y a los malos. Cuando digo que la común naturaleza las envía sin distinción, quiero decir que llegan indiferentemente según el orden y la relación de todo lo que debe ocurrir, en virtud de cierto movimiento primitivo que la Providencia imprimió cuando, en una época determinada, estableció este arreglo, después de haber concebido por sí misma las combinaciones de todo lo que debía existir y de haber sembrado por doquier los gérmenes y principios de los distintos seres, de sus transformaciones y de la sucesión en el mundo en que vivimos.
El hombre verdaderamente virtuoso debe salir de esta vida sin haber conocido ni la mentira, ni el disimulo, ni la molicie, ni la ostentación. Pero a falta de una virtud semejante, hay otra; la de morir aborreciendo estas miserias. ¡Cómo! ¿Preferirías corromperte en el vicio? ¿No te ha persuadido todavía la experiencia de que debes huir de la peste? Porque la corrupción del alma es una peste mucho más perniciosa que la intemperie y la insalubridad del aire. Esto es una epidemia para el animal, únicamente como animal, en tanto que la otra es la epidemia del hombre como hombre.
No desprecies la muerte, sino considérala sin sobresalto y como una de las obras de la naturaleza. Si es un hecho natural el llegar a la adolescencia y envejecer luego, el crecer y adquirir la plenitud de las fuerzas, el tener dientes, más tarde barba y finalmente cabellos blancos, el procrear, el llevar un niño en su seno y después darle a luz; en una palabra: el pasar por todas las condiciones y todas las fases de la vida, también es un hecho semejante el caer en la nada. Cuando se trata de la muerte el hombre reflexivo no debe mostrar ni temor, ni indignación, ni desdén; al contrario, debe esperarla como otra obra más de la naturaleza. Así como aguardas pacientemente el hijo que tu mujer lleva en su seno, acepta de igual modo y con resignación la hora en que el alma se escapa de su envoltura. Y si quieres aún otro consejo reconfortante aunque vulgar, si quieres hallar casi una satisfacción en la muerte, echa una mirada entre los objetos de los que va a librarte, hacia las malas costumbres con que tu alma dejará de estar en contacto. No obstante, no debe uno irritarse contra los malvados; es necesario soportarlos con benevolencia y hasta interesarse por ellos; sin embargo has de tener presente que la muerte, al arrancarte de una sociedad de individuos que no tienen los mismos principios que tú, es para ti más bien una redención. El que peca, peca contra sí mismo, el que comete una injusticia se perjudica también a sí mismo, puesto que se convierte en un malvado. A veces es uno tan injusto sin hacer nada, como haciendo algo. Si en el momento presente te hayas penetrado de la verdad de tus principios, ocupado únicamente en acciones útiles a la sociedad y dispuesto con toda tu alma a recibir todo lo que llega o emana de la causa suprema, te basta, y todavía puedes estar muy contento. Controla tu imaginación, domina los sentimientos de tu corazón, apaga tus deseos y procura que tu alma sea dueña de sí misma".
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El libro sólo tiene 270 páginas, pero "es inmenso e inagotable"; se puede leer abriéndolo por cualquier espacio del mismo, no te cansarás de leerlo y meditarlo, por muchas veces que lo leas; tan es así, que ese libro siempre lo tengo a mano, e incluso cuando viajaba, siempre iba conmigo; no quiero decir que "sea un todo", pero sí "casi un todo", de la sabiduría acumulada por aquellos tres sabios, cuya religión, imagino que fue, simplemente, "la vida del ser humano, la Creación y la busca del mejor destino, del que por otra parte, no somos más que un mono humano, o primero de los primates que hoy habitan el planeta al que denominamos Tierra".
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NOTA: El libro que cito no resulta caro de precio, pero es más, la editorial lo ofrece gratis, y lo puede copiar aquí: http://www.nueva-acropolis.es/filiales/libros/Los_estoicos.pdf
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (aquí mucho más) y
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