Máxima grandeza: La vida, la muerte
No, no se trata de decir a todas horas y como salutación, lo que por lo visto se estableció en los conventos de frailes trapenses: "Hermano morir habemos… Ya lo sabemos" (1); y en cuyo terrible silencio monacal, "se armonizaba", con estas lúgubres salutaciones, cuando en aquellos tétricos encierros, dos frailes se cruzaban en sus paseos por aquellos recintos, más parecidos a cárceles que a otra cosa; y el saludo obligado era el reflejado; no, la vida y como decía al gran poeta hindú Rabindranat Tagore es lo que tenemos y lo afirmaba con esta sentencia: "La vida, aunque triste merece ser vivida, porque la vida es un regalo para agradecer y disfrutar. Cada vez que te niegas a recordar esto, tu felicidad disminuye y tu calidad de vida se resiente".
Pero como hoy, los que gobiernan, parece ser que "se gozan" en crear un terror absurdo, pero que ellos; y como "arma política" acrecientan cada vez más; puesto que "el rebaño humano y aterrorizado es mucho más fácil de manejar"; observen la campaña de aterrorizar que todas las televisiones realizan, donde gran parte de los espacios, son para aterrorizar con el maldito "virus chino"; que en realidad no es tan mortífero como quieren hacernos creer; "puesto que ya se decanta como una enfermedad más de las infinitas que se ciernen sobre nuestros cuerpos".
Por todo ello rescato, lo que hace ya "dos milenio" sentenciara el sabio estoico Epicteto, que recuerdo, vivió en la Roma de Nerón y como esclavo y cojo; soportó la esclavitud de un personaje de la corte del tirano, de cuyos caprichos dependían la vida de estos seres esclavizados. Aun así, dejó una obra "inmensa" por lo inagotable de la misma y que conviene leer, lo que sus discípulos escribieron de ella, ya que el autor, se limitó a razonar y hablar sobre ello: veamos.
**************************
SOBRE LA MUERTE: "Temes nombrar la muerte, cual si sólo su nombre fuese cosa de augurio funesto. Sin embargo, mal puede haber augurio funesto en lo que no hace sino expresar un acto de la naturaleza. La pereza, la pusilanimidad, la cobardía, la impudicia, la lujuria, todos los vicios en una palabra, son los que verdaderamente llevan en sí el mal augurio. Pero tampoco su nombre en sí, sino el caer en ellos; evítalos y no temas pronunciarlos.
¿Cómo te gustaría que te sorprendiese la muerte? En lo que a mí respecta, yo quisiera que me sorprendiese ocupado en algo grande y generoso, en algo digno de un hombre y útil a los demás; no me importaría tampoco que me sorprendiese ocupado en corregirme y atento a mis deberes, con objeto de poder levantar hacia el cielo mis manos puras y decir a los dioses: "He procurado no deshonraros ni descuidar aquellas facultades que me disteis para que pudiera conoceros y serviros. Este es el uso que he hecho de mis sentidos y de mi inteligencia. Además nunca me quejé de vosotros ni me irrité contra lo que me mandasteis, fuese lo que fuese. Mientras que lo habéis permitido he usado de vuestros beneficios; ¿Qué ahora queréis quitármelos? Sea; os los devuelvo sin protesta; vuestros son, de modo que disponed de ellos como mejor os parezca. Yo mismo me pongo en vuestras manos.
Las espigas nacen para ser segadas una vez maduras, y a nadie se le ocurre dejarlas en los campos, cual si fuesen cosas sagradas e intangibles. Es más, ellas mismas, de tener sentidos, harían votos para que su destino se cumpliese, y considerarían como una verdadera maldición el no ser segadas. Del mismo modo no hay hombre sensato que no considere como una maldición la posibilidad de no morir, pues para ellos sería como para la espiga no ser segada.
¿Qué te importa el modo como haya de morir? Que sea de fiebre, la espada, el mar, una enfermedad o un tirano, ¿qué más da? Todos los caminos que conducen a los infiernos son iguales, y uno de los más cortos es precisamente el que puede depararte con su injusticia un tirano. Jamás uno de estos hombres implacables y crueles tardó seis meses en desembarazarse de un hombre, y, en cambio, calenturas hay que matan durante años enteros. Cuando sea mi hora, moriré; pero moriré como debe morir un hombre que no hace más que devolver lo que se le confió".
******************************
Ante estas sentencias del sabio, considero que nada se puede objetar, puesto que la vida y la muerte, son "dos misterios conocidos, del gran misterio que en sí somos los denominados "seres humanos"; y a los que a todos, nos llegan esos dos "hitos", en un camino, que todas las religiones, quieren ampliar, pero que en realidad, ellos no tienen capacidad para hacerlo, por mucho que lo quieran aseverar; así pues pronunciemos la sabia sentencia popular que afirma… "Lo que tenga que ser será" y añadamos un tranquilo y resignado, "Amén", puesto que otra solución no hay.
Quizá y si eres creyente, cuando llegues a extremos que todos llegamos, simplemente piensa "en tus orígenes verdaderos"; y pide a quién los creara, simplemente… "Ayúdame a vivir y… ayúdame a morir, puesto que no olvides esa verdad indiscutible, cual es; que desde que nacemos… empezamos a morir".
(1)Es frase que al parecer procede de los monjes trapenses, así llamados por su Orden religiosa que nació en Orne, Baja Normandía, Francia, en la Abadía de la Trappe, donde su abad Armand Jean le Bouthillier de Rancé, encabezó una reforma de la Orden del Císter, a la que pertenecía el monasterio, retornando a la primitiva observancia y regla de San Benito.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (aquí mucho más) y
No hay comentarios:
Publicar un comentario