La cruz… y el sermón
Caravaca de la Cruz, doce de octubre del dos mil trece; son las doce de la mañana… empieza la misa. La Cruz preside el altar; esa Cruz que dicen fue hecha con trozos de la que sirvió para crucificar a Cristo. En el templo está sonando la dulce melodía y el más dulce canto del Avemaría de Schubert, que se interrumpe, cuando el sacerdote oficiante inicia la misa; con buena, clara y potente voz nos habla y sigue el ritual. Se lee la parte del Evangelio que hoy corresponde.
Me vienen al recuerdo y en mi alma "oigo", algunos pasajes del "Sermón"; el único y principal sermón del Cristianismo… el que pronunciara Jesús en aquel monte perdido en aquellas áridas tierras de aquella Palestina; y el que según San Mateo, en su Evangelio, dice tantas cosas verdaderamente religiosas… que en realidad conforman lo que (pienso) es "La Constitución del verdadero Cristianismo"; y del que tan lejanos estamos aún, los que en nuestro yo interior quisiéramos, al menos, ser aspirantes a un grado aceptable del mismo.
Es por lo que, lo tengo señalado con la cinta que tiene La Biblia que poseo y que con sólo girar el sillón de mi despacho, tengo a mano… y a él he ido múltiples veces y cuando, el desaliento, la confusión, el hastío, el llegar a ese punto donde no encuentras respuestas a nada de lo que ves, oyes, o crees saber… algo te recuerda ese texto y vas a él, entras y lees despacio, meditas sobre lo que estás leyendo y al final, si no total satisfacción, pero sí que vas recibiendo, "algo que viene de alguna parte que ignoras", pero que como un agua alimenticia y refrescante, te va llenando tu yo interior y tu alma empieza a recuperar mucho de lo perdido, y vuelves a encontrar, al menos el conformismo que da el saber que no puedes llegar a más por el momento; pero que sigues aspirando a esa perfección que en ese texto se expresa y a la que muy pocos en este pobre mundo habrán llegado o llegarán… "quizá en otros venideros sea posible ello; en éste y con la conformación de carne y hueso de los humanos, es cuasi imposible, por no decir… imposible del todo".
Termina la misa y tras la comunión recibida por gran parte de la numerosa asistencia; el oficiante da a besar la "diminuta Cruz de Caravaca" y que aquellos monjes guerreros (los templarios) trajeran hace muchos siglos, a ésta su gran fortaleza en el que fuera reino de Murcia… puesto que esta importante población actual, en principio fue eso, una fortaleza y pequeña población amurallada, como tantas otras de la aguerrida y guerrera España de… "moros y cristianos".
Salimos del templo; luce un Sol como sólo luce en la meridional España… deslumbrante por demás en este momento que es "el medio día natural".
Al salir "la luz me ciega"; me tengo que detener hasta que se obscurecen los cristales de mis gafas… cruzo la gran explanada de esta fortaleza almenada y que como antes digo, fue propiedad de la Orden del Temple; y ya en las almenas que cierran la misma, miro las grandes y muy bellas panorámicas que desde aquí diviso y las que me muestran, amén de una ciudad bastante grande, unas tierras muy ricas en recursos; lo que justifica esta fortaleza, que ante todo vigilaba y guardaba dichas riquezas. A pesar de ello, mi alma se recrea y alimenta admirando tanta belleza natural, la que muy bien cuidada por sus propietarios actuales, mantiene pujante esta ciudad que cuenta con unos veinticuatro mil habitantes en la actualidad.
Bajo de "estas alturas" acompañado de mi esposa y resto del grupo que hemos venido "en peregrinación" a este lugar y muy bella basílica; y lo hacemos en un "trenecito" turístico, el mismo que nos ha subido y de paso, hacemos el recorrido que tiene encomendado para una visita panorámica; así llegamos al autocar que nos aguarda para proseguir viaje.
Reemprendemos el mismo y vamos a comer en un bellísimo lugar, del municipio de Calasparra, junto al río Segura; en un restaurante "pegado" al santuario de la Virgen de la Esperanza; donde comeremos opíparamente y bien servidos; después de ello, reposada la comida y visitado el citado santuario, reemprenderemos viaje para visitar la catedral de Murcia; una más de las hermosas e históricas ciudades de esta muy histórica España y la que muchos de sus habitantes, o la desconocen, o desconocen su larga historia… o simplemente la combaten por intereses mezquinos.
Visitada esta monumental catedral, reemprendemos viaje e iremos a cenar y dormir en uno de los hoteles de "La Manga del Mar Menor" (Los delfines); donde la tranquilidad y los efluvios del "padre mar", nos aliviarán del muy largo y ajetreado viaje de hoy, en el que hemos recorrido… "demasiados kilómetros para un solo día", puesto que emprendimos el viaje en mi ciudad natal (Jaén) a las seis de esta mañana. Pero ha merecido la pena, por todo cuanto hemos visto y disfrutado; si bien y como ya viejos y algunos incluso "quebrantados", llegamos al lecho muy "molidos".
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (aquí mucho más)
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