El hombre y… “sus basuras”
El día en que esto escribo leo en prensa lo que sigue: “Los montañeros que quieran subir al Everest tendrán que bajar ocho kilos de basura de la montaña para que Nepal autorice la cordada”. Se estima el que cada escalador produce cinco kilos de basura; basuras que allí se han ido acumulando y por ello, el gobierno nepalí, pretende que con esos tres kilos de más, los causantes de esos basureros “glaciales”, los vayan bajando hasta lugares donde sean recogidos y reciclados; lo que yo entiendo como una muy buena medida de prevención y saneamiento de esas altitudes, por lo que debiera ser impuesta mundialmente.
Altitudes a las que suben todos esos que blasonan de ello y de las que hablan de forma excelsa, con un orgullo digno de mejor causa; pero en las que dejan “sus mierdas”, entre las que entran muchísimas que la naturaleza no puede reciclar por sí misma.
Escribo hoy sobre ello y no sólo por lo que pueda afectar a esta famosa cumbre de los Himalaya, sino por la infinidad de lugares en que el irresponsable ser humano (sea hombre, mujer o niños) llega para disfrutar de lo que entiende como una naturaleza virgen, pero en la que deja todos sus detritus sin ninguna responsabilidad; cuando todos ellos deben ir preparados para traerse y dejar en lugar seguro para su reciclaje, todos los elementos que no sólo ya ensucian enormes partes del mundo (incluidos mares y océanos) sino ciudades y en general todos los lugares por donde deambula… El, “animal más civilizado que ha generado este planeta” y el que no toma conciencia, de que se ha convertido en el principal enemigo de su propio medio ambiente, que no sólo le dio la vida, sino que aún le permite vivir dentro del mismo.
Ese irresponsable proceder no sólo es del individuo “normal y corriente”; son los gobiernos e incluso entre ellos “las denominadas grandes potencias”, las que en una irresponsabilidad ya “suicida”; tienen incluso enormes “basureros en el espacio”, puesto que hay enormidad de desechos flotando por encima de nuestra atmósfera terrestre y los que por lo que sea, quedaron abandonados allí y por allí andan dando vueltas como satélites artificiales y que nadie sabe el perjuicio que crean o crearán los mismos en un futuro.
Se afirma igualmente, que en el mayor de los océanos (el Pacífico) ya hay unas extensiones de plásticos flotantes, en las que cabrían más de uno de los que hoy son importantes países planetarios; haciendo notar que se mide lo que flota… “pero que se desconoce lo que aisladamente está flotando y lo incalculable que ha ido al fondo, amén de la mortandad de fauna marina que todo ello produce por múltiples causas”.
La situación llega a tal estado “de incalificable locura”; que todos hemos visto recientemente, a la principal urbe de la hoy potentísima república de China (Beiging –Pekín); envuelta en una enorme nube de contaminante y nocivo humo, que como un gas ya cuasi asfixiante, obliga a los habitantes de esa monstruosa ciudad (una de tantas como ya hay en este mundo) a usar mascarillas para poder respirar un aire medianamente respirable; lo que no impedirá que aspiren partículas de venenos que en su momento, producirán todas esas enfermedades que asolan cada vez más al mundo.
Por mi parte y desde que empecé a ir a la playa (hace ya casi medio siglo) y en épocas en que las playas españolas aún estaban bastante vírgenes, viendo como algunos irresponsables tiraban las botellas vacías en la arena, dejaban plásticos y “todo lo demás”, allí… ya procuré enseñar a mis hijos (alguno de los cuales fue por primera vez en la canastilla de recién nacido) el que lo primero que teníamos que hacer en el lugar elegido para nuestro asentamiento; era, “realizar una limpieza de nuestro entorno en un área de unos cincuenta o cien metros”, recogiendo en una bolsa, todo aquello que nos podía perjudicar (era bastante frecuente el que cualquier niño sufriese un corte producido por el cristal procedente de una botella rota y que muchos indeseables empleaban como blanco y las rompían tirándoles cantos rodados) a nosotros mismos… luego todo ello, lo llevábamos al lugar más cercano y que al regreso encontrábamos para depositar las basuras… “entonces sucios bidones vacíos de petróleo (“petrolinas se denominaban en España”) y que fueron los primeros contenedores que emplearon aquellos municipios playeros, que de alguna manera, fueron conscientes de la plaga que se les venía encima con el denominado boom del turismo.
Conviene saber que no fueron “los modernos y sus ongs los que se preocuparon por la ecología”; hay un documento escrito en 1855 por “un jefe salvaje de los indios pieles rojas norteamericanos”, dirigido al entonces presidente, el que emociona a quién sabe leerlo y entenderlo; pueden leerlo en mi Web, se titula: “El primer ecologista”; es inaudito en analizar la visión de futuro que tuvo “aquel salvaje”.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (aquí mucho más)
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