VIVIR PARA TRABAJAR Y MORIR DE INFARTO
De esas muchas cosas que se aprende viajando pueblo a pueblo y como había que hacerlo hace cuarenta o cincuenta años; recuerdo un relato, oído "al calor de unos chatos de vino"; y cuando para matar el tiempo de espera ("había que esperar mucho") en el cotidiano trabajo de modesto representante o viajante, que va vendiendo, "de mostrador en mostrador" y por cuenta ajena, múltiples manufacturados los compañeros o colegas de profesión, contábamos lo que nos habían contado otros; resumo pues, un relato que decían fue verdad que se vivía o vivió en un pueblo.
El relato se refería a un gitano; que como sabemos; en mayoría; "no tienen un pelo de tontos" y precisamente por ello viven su forma de vida y la defienden tal y como sabemos; los que los hemos venido observándolos muchas décadas Aquel, era "un pobre gitano", pero que llevaba la vida al revés de los "castellanos" (payo es palabra ofensiva: ver diccionario); o sea que trabajaba un día y descansaba los otros seis de la semana. Buscaba trabajo (menos mal, pues otros ni eso) y en lo que le salía u ofrecían, fuera más o menos duro, aceptaba trabajar la jornada; cobraba el jornal estipulado y con ello, lo iba administrando con el máximo rigor e iba comiendo y mal viviendo el resto de semana; que coincidía ya con las penurias del hambre; y entonces buscaba nueva peonada y así vivía, sin molestar a nadie. Los del pueblo, le solían increpar ¡Refaeeé! (su nombre era Rafael, pero ya se sabe en ciertos lugares ello se modifica) ¡Qué buena vida te raspas!; a lo que Rafael imperturbable siempre respondía ¡¡Mis buenas jambres que me cuesta!! (Otra deformación verbal de la palabra hambre).
Eran épocas en que la mujer estaba en la casa, sobre todo las casadas; y el hombre, era "el cabeza de familia" y el que tenía que buscar el sustento; diferente era en épocas de cosechas y en las zonas rurales, puesto que entonces trabajaban hasta los chiquillos, puesto que había que "recoger recursos para tiempos malos que llegarían". Pero llegó el progreso y con él, las prisas y el afán de tener y consumir y así, poco a poco, se ha llegado a la situación actual, en que y pese a todo cuanto hoy se disfruta; parece ser que la gente no ha encontrado la felicidad que esperaba puesto que y como dice el otro relato del "burro hambriento", en el que el astuto arriero y montando al jumento, le hace correr incitándole a comer unas verduras jugosas que lleva al final de una pértiga, y que pone cerca de las fauces del pobre burro; el que las va oliendo pero nunca llega a morderlas pero como animal que no piensa, no se da cuenta del engaño y sigue tras "esos apetitos que huele" pero que nunca va a alcanzar.
Por ello conviene detenerse y meditar y no ir al ritmo que nos han inculcado, que más parece que muchos "llevan un cohete en el culo", que les impulsa más que a correr, volar; que no son capaces de detenerse y pensar en que como marionetas, han sido lanzados "hacia ninguna parte"... pues si no hay tiempo para reposar, meditar, mirar a las estrellas, departir y hablar con tranquilidad, descansar, echar una siesta o tumbarse panza arriba y mirar "las moscas"...¿para qué vivir... para qué trabajar? ¿Sólo para consumir?.
Y no, no se trata de emular al gitano Refaeee, tampoco seguir "oliendo" la pértiga del otro cuento del arriero; mejor quitárselo de encima, pegarle un par de coces; y pensar y meditar, para qué se trabaja, por qué tanto afán
y si no sería mejor replantearse muchas cosas y vivir un poco mejor en que hoy se vive
pues hoy la mayoría, más que vivir, me temo que lo que hacen es vegetar. ¿La familia?
mejor no hablar sobre ello, pues debido a tanto correr
"se ha quedado atrás y costará mucho el recuperarla, si es que hay aún tiempo para ello"
de momento más se piensa en tener dos automóviles (uno para cada uno de "la pareja") que en tener dos hijos.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen.ciudad.org (allí más)
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