DE PASO POR HUNGRÍA: JULIO DE 1997
(BUDAPEST o BUDA Y PEST) y II
oor y apenas podremos oír la disertación de nuestra guía (otros muchos grupos y otros tantos guías están como nosotros) y por tanto es de suponer el "guirigay" que aquí hay formado, aparte de que nos encontramos cuasi codo con codo y hay que ir con los ojos bien abiertos en prevención de los posibles carteristas o descuideros (que los hay) y de lo que nos han advertido; salimos pronto de éste templo y a la salida, nos dan tiempo libre para quienes quieran deambular o comprar, puesto que éste sitio es uno de los lugares donde la visita es obligada y por tanto abundan tiendas y "tenderetes"; e igualmente, son numerosos los músicos y cantores ambulantes que actuando al aire libre, esperan a que el viandante les deje algunas monedas.
Aquí, mi esposa decide comprar algunas cosas para sí y para la familia (yo compro algo para mis nietos) y es precisamente aquí donde se produce el episodio de "los quinientos francos", mencionado anteriormente en éste relato. Un poco pasadas las doce de la mañana estamos subiendo al autocar y regresando al hotel y... "ésta es la visita oficial y turística a Budapest, que nos ha vendido la agencia y con la que cumple su compromiso"; o sea que "más o menos" ocurre aquí algo parecido a lo ya relatado sobre Praga y dejo a la imaginación del lector, pues yo no deseo reiterarme más sobre el fraude que sufre reiteradamente el turista moderno, que sintetizando... "es llevado muy deprisa y muchas veces hacia ninguna parte".
Tenemos la tarde libre, por tanto la dedicaremos a reposar después de comer, tomando café y fumando (yo) el habitual cigarro puro; luego mientras mi esposa sigue su reposo en cama, yo tomaré notas "en caliente", ampliando los apuntes que hago sobre la marcha y en mi diminuto bloc o libreta que siempre llevo en mis viajes.
Sobre las 18,30 se nos va a decir una misa, por tanto y por cortesía bajaremos al saloncito del hotel donde ésta se va a celebrar y a la que D. Fernando (que será el oficiante) nos ha invitado, dejando bien claro (eso sí) que, "él no obliga a nadie que no quiera estar presente en la misma"; luego me satisface haber asistido, puesto que la verdad; "unas oraciones rezadas en grupo y media hora en un ambiente recogido y religioso, no hacen daño a nadie"; y el sacerdote ha pronunciado una misa muy sentida, recordando a nuestra lejana España con nostalgia y cariño. Después vuelvo a mi habitación, hasta que ya cansado de escribir bajo al hall del hotel, donde me aguardan mi esposa y amigos Paco y Loly, puesto que nuestra intención es ir a cenar a un buen restaurante de la ciudad y Paco ha recogido información suficiente para realizar ello.
Iremos (pues) a "un restaurante húngaro de destacada fama en Budapest"; lo hacemos así yendo y viniendo "en el metro" y cenando muy bien en el conocido "Cyrano", restaurante situado en lo más céntrico de la ciudad, donde degustamos muy buenos platos de la cocina húngara y asimismo, el famoso vino "Tokaji", del que tomamos una botella a su temperatura ideal (frío) y después de haber tomado buena cerveza en originales y finas copas cónicas; por todo ello regresamos contentos y satisfechos y con ánimo de continuar la velada en el hotel tomando "café y copa", pero esto último no va a ser posible, puesto que cuando regresamos son ya casi las doce de la noche y encontramos cerrado el bar, así es que... "todos a dormir"[1]
Veintiuno de Julio: amanece en Budapest, miro al cielo desde el ventanal de mi habitación y debido a la hora (está amaneciendo) me da la impresión que está limpio de nubes, si bien luego se cubrirá en parte con gran número de las del tipo "algodonoso" (cirros) pero las que nos permiten -por fin- ver el sol de Hungría, puesto que desde que aterrizamos en Praga no hemos podido ver al "astro Rey".
Se nos ha propuesto una visita "optativa" a un lugar denominado "Szentendre" (que en el dificilísimo idioma húngaro significa San Andrés) y que está situado no muy lejos de aquí y a orillas de la que se nos dice es "la gran curva del Danubio"; se trata (según informes que poseo) de un lugar sin importancia a tenor con lo mucho que tenemos por ver en Budapest, lo que demuestra "el pirateo ya mencionado, puesto que de lo que se trata es de sacar al grupo de turistas cuanto más dinero mejor"; cosa evidente ya que en ésta gran ciudad no hemos visitado apenas nada de lo mucho que aquí hay por ver; y para saber ello, no hay más que consultar cualquier diccionario enciclopédico: ni a mi esposa ni a mí nos atrae ello y por tanto no iremos, quedándonos con "el amargo recuerdo de ésta mañana pagada y perdida"; un notable grupo de los componentes que venimos desde España, tampoco irán a tan absurda excursión, por lo que luego tendrán que recogernos al resto para lo programado por la tarde, que tampoco nos compensará por cuanto ya he reflejado.
Por cortesía hacia el grupo, desayunaremos con ellos (podemos hacerlo hasta dos horas después) y volveremos a nuestra habitación; hablaremos con nuestros hijos los que afortunadamente encontraremos en el negocio familiar (Hotel Europa) y donde los tres trabajan "llevándolo conjuntamente", sabremos por boca de ellos el que "todo va bien". Después de ello mi esposa baja y deambula por el hotel y alrededores o descansa (su circulación sanguínea es deficiente y suelen dolerle las piernas) y yo aprovecho para "ponerme al día" con mis notas y escritos, invirtiendo en ello más de dos horas y tras las que me quedo "como bebé recién bañado"; a las trece horas ya estamos en el hall a la espera del autocar que nos debe recoger, pero hay retrasos y hasta las 14,15 no somos recogidos; marchamos con el resto del grupo al centro de Budapest, puesto que el almuerzo es libre y lo celebraremos cada cual según sus gustos y posibilidades; nuestros amigos y nosotros marcharemos de nuevo a la calle, "Cristóf Tér"[2], donde está ubicado el restaurante Cyrano, donde anoche cenamos, puesto que como guardamos un grato recuerdo de ello, para qué buscar uno diferente y "conocer caras nuevas". Comeremos muy bien un menú consistente en platos y postres elaborados en el establecimiento; elaboración y presentación digna de ser resaltada,[3] incluso hemos tenido la suerte de ser atendidos por un camarero que habla aceptablemente algo de nuestro idioma.
Celebrada la comida y los cuatro muy satisfechos de ella, salimos a la calle, donde reina un ambiente muy apropiado de clima y gentes (el día ha mejorado) que bullen por todo el entorno que podemos abarcar con la vista; Paco y yo tomamos asiento en una muy concurrida terraza, de las que son frecuentes en la calle Váciutca y en la que tomaremos un buenísimo café "expreso", después fumaremos tranquilamente puesto que tenemos tiempo suficiente y mientras nuestras esposas marchan a ver o visitar las tiendas, las que por lo exótico que contienen algunas de ellas, "les atraen como la miel a las moscas".
Sentado cómodamente me dedico a ver y observar a transeúntes y "vecinos" de terraza; la calle se encuentra en éstos momentos rebosante de todo tipo de hombres y mujeres (abundan igualmente los niños); aquí se me muestran a simple vista la abundancia de razas y etnias que aquí concurren junto con los nativos, forasteros y turistas; describir todo ello sería muy largo y por ello lo omito, pues cada cual luce su cuerpo (cubierto más o menos) con sus atuendos y que van desde; "la mínima mini-falda y algo más arriba para tapar los pechos", hasta ciertos tipos de húngaros, rumanos, gitanos, negros, japoneses, etc.; muchos de los cuales lucen sus típicos trajes y que van desde lo que destaca por su vistosidad, hasta lo que lo hace por lo andrajoso de los sayos con que se visten; formando todo ello una abigarrada multitud que llena todo éste centro ciudadano y el que es peatonal, en gran cantidad de calles adyacentes a ésta principal ya citada. Por todo cuanto describo, la contemplación de éste ambiente nos abstrae a Paco y a mí de tal forma, que apenas podemos hablar, limitándonos simplemente a observar este hermoso espectáculo de una humanidad, la que refleja gran vitalidad pese a los grandes contrastes que apreciamos en ella: el tiempo transcurre de forma inapreciable en las casi dos horas que aquí permanecemos y nos llega a parecer, como si el tiempo se hubiese detenido "por algún misterioso hecho ajeno a nosotros".
A las 18,45 nos encontramos de nuevo en el autocar y en él marchamos hasta otro peculiar destino. En el trayecto nos habla Máximo (nuestro guía) sobre la situación económica y social de los húngaros en la actualidad y dice que: "aquí al igual que ocurre hoy en Chequia el paro es muy reducido, ya que apenas llega a un 4% (se equiparan los dos países) si bien los húngaros ganan un poco más que los checos y sin embargo, en Hungría los precios son más bajos; el sueldo medio mensual es equivalente a unas cincuenta mil pesetas y como generalmente trabajan todos, suelen reunir cantidades que les permiten vivir bien e incluso disfrutar un poco": oído esto se comprende la gran proliferación de automóviles y del abundante y bien surtido comercio que hay aquí y que se nota si uno observa con cierto detalle los escaparates, los que suelen ser bastante grandes y además, no tienen protección de cierres o rejas contra ladrones, por lo que se deduce que éste tipo de "cacos" no existen, puesto que si fuese al contrario, tendrían que hacer lo que tristemente hay que realizar hoy en España, o sea... "hay que blindar el comercio y por insignificante que éste sea".
Sigue comentando el guía y nos dice que: "sin embargo las distancias sociales o económicas, aquí son muy grandes y existen muchos húngaros que se han hecho muy ricos en el cambio del comunismo a la situación actual, y que son los que antes manejaban los asuntos públicos".
Sonrío con cierta amargura ("los que me conocen comprenderían ello") y me acuerdo de aquella falacia que afirmaba lo de... "todo para el pueblo"; ese pueblo que al fin y al cabo... "sólo se preocupa por que la leche y el pan no suban de precio" (como nos dijo ayer la guía). Muchos (antes) comunistas, han pasado a ser ahora los odiados (antes) capitalistas, o sea lo de siempre; "el quítate tú que me ponga yo". Eliminaron lo que denominaban como una clase burguesa decadente y ellos, han pasado sin escrúpulo alguno a serlo ahora que pueden serlo abiertamente y "sin tapujos de ninguna clase"; qué duda cabe que existirán las excepciones pero como tales y como siempre, éstas no cuentan ni han contado nunca... "Marx y Engels se equivocaron; el capitalismo y al parecer... aún no"... ¿-?
El autocar se detiene, hemos llegado al destino antes mentado, bajaremos y de inmediato entraremos en... "el decadente, burgués y capitalista"... café, restaurante, salón social famoso en medio mundo (data de mediados del siglo XIX) y que se conoció y hoy vuelve a conocerse como, "el Nueva York"; el que -"claro está"- en la época comunista fue bautizado con el nombre de "Hungaria"; y el que curiosamente hoy que ha vuelto a recuperar su prestigioso nombre; pertenece a una multinacional que gira con el mismo nombre que le pusieron al establecimiento los comunistas, o sea, "Hungaria"; ¿a quién o quienes pertenece esa multinacional?... misterio; al menos para mí, aunque quizá el mismo nombre nos da las suficientes pistas para saberlo.
Este lujoso establecimiento ocupa un gran edificio de la época imperial y al que venían a tomar café, beber, comer, bailar, reunirse y "divertirse a lo grande", aquella sociedad burguesa que lo mandó construir; y mantuvo con su dinero, e igualmente supo disfrutarlo.[4]
No describo éste edificio por cuanto "ni hay espacio ni mis conocimientos me lo permitirían"; simplemente diré que es lo más hermoso, armónico o armonizado que yo he visto nunca y el que lo haya visitado entenderá perfectamente éste resumen "sintético": preguntado al guía me dice que fue edificado según un estilo que se impuso en el Imperio Austro Húngaro y que se denominó "Liberty" (neoclásico).
Aquí y por el equivalente a unas 235 ptas. actuales, nos servirán un buen café o un refresco cómodamente sentados, mientras podemos oír a un grupo de músicos que nos entretienen interpretando composiciones de música selecta, en la que no falta alguna de autor español (alguien ha debido decirles que aquí nos encontramos más de sesenta españoles): al oír esa música española lo celebramos infinito y luego premiamos a los intérpretes con un caluroso aplauso, cosa que agradecen los músicos húngaros puestos en pie e inclinando levemente la cabeza y ofreciéndonos amplias sonrisas de satisfacción. Ultimada ésta única visita y la que nos ha reportado una hora de selecto turismo, salimos más que satisfechos y de nuevo subimos a nuestro autocar.
Aquí y pasado un tiempo y en el que mientras el vehículo rueda y Máximo nos entretiene hablándonos de cosas interesantes de ó sobre Hungría... recibimos la desagradable noticia de que... el crucero navegando por el Danubio desde Budapest a Viena, hay que suspenderlo... las crecidas del río han obligado a las autoridades (se nos dice) a prohibir la navegación fluvial; es causa mayor y se nos promete que recibiremos el importe de éste servicio no prestado, tan pronto regresemos a casa.
El no poder realizar "ésta singladura fluvial" nos deja perplejos y totalmente desilusionados, puesto que ese viaje y para muchos era, "uno de los platos fuertes", que nos atrajo para realizar éste viaje; y para comprender ello, sólo hay que mirar un mapa y ver el trayecto en el que incluso teníamos prevista a bordo la comida del medio día, por lo que éste ha sido "el jarro de agua fría" que nos va a estropear en grado sumo, todas cuantas ilusiones nos habíamos hecho al emprender éste periplo turístico.
Volvemos al hotel casi con el tiempo justo de prepararnos para la cena, la que será amenizada por un trío de músicos que supongo son "zíngaros y de los que habrá a miles aquí"; de alguna manera y pese a que no son virtuosos de los instrumentos que tocan, "nos endulzan la amarga decepción que traemos hoy y la que se acumula a la de días anteriores". Terminada la cena y la interpretación musical, uno de los intérpretes "pasa el sombrero" para que en él, depositemos cada cual lo que estime oportuno; yo carezco ya de dinero húngaro, pero se me ocurre de pronto y echo mano a "la purera"[5] y le entrego un cigarro puro que al parecer le agrada bastante, puesto que me sonríe abiertamente mientras me dice algunas palabras en su idioma y que no entiendo, pero sí que entiendo "la iluminación" de su mirada, por lo que deduzco que "el puro ha sido un obsequio inesperado pero muy apetecido"; correspondo a su gesto con otra sonrisa y una leve inclinación de cabeza y él me corresponde de igual forma guardando cuidadosamente el "elegante puro canario".
Pasaremos después de ésta "musical despedida" al hall del hotel y allí departiremos en amigable charla "los cuatro amigos", refiriendo las incidencias y todo cuanto se nos ocurre para tratar de pasar la velada lo más gratamente posible; lo conseguimos y tras ésta distendida charla nos dirigimos a nuestras habitaciones, mañana habrá que madrugar un poco, ya que "nos levantarán una hora antes", puesto que el proyecto es realizar el viaje por carretera y directamente a Viena, donde esperamos llegar con tiempo suficiente para realizar la comida del medio día en la capital de Austria, de la que distamos alrededor de unos trescientos kilómetros y... "dos nuevos pasos de fronteras", la húngara y la austriaca, veremos si el proyecto se realiza.
(Termino aquí el relato puesto que se acaba Agosto; el lunes próximo, seguiré con mis comentarios, "subido en la cresta de la ola y remando contra corriente", en este absurdo mundo donde vivimos o sobrevivimos)
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (Aquí muchos más temas)
[1] No resultó fácil el llegar al restaurante y luego regresar al hotel, muy distante; todo ello debido a lo ambiguo de la información que nos dio el guía, la dificultad del idioma, el horario del metro para el regreso y "cierto bandidaje de los taxistas" del que nos informaron para no sufrirlo y por tanto declinamos el uso de alguno de ellos, los que incluso carecen de taxímetro y por todo ello abusan de los extranjeros, a los que cobran -saqueándolos- "sin piedad" (algún miembro del grupo confirmó todo ello, pues fue víctima).
[2] Esta calle desemboca en la denominada "Váciutca", que es una vía muy céntrica y una de las principales de la ciudad; en la misma son abundantísimos los comercios de todo tipo y donde son igualmente abundantes los que podríamos denominar como "selectos" y de cara al turista de buen poder adquisitivo.
[3] La cocina húngara tiene fama internacional y se dice que de éste país, han salido muchos y muy buenos cocineros, que han recorrido o se han establecido en las grandes ciudades de todo el mundo.
[4] Para entender lo que fue, es y será "un burgués" hay que leer a Salvador de Madariaga (1886-1978) nada sospechoso de extremismo alguno y el que dignifica al auténtico burgués que no es otra cosa que... "nada más y nada menos que el ciudadano; el valiosísimo individuo que supo tender (con su saber industrioso) el puente entre el señor feudal y el siervo de la gleba". Se puede leer igualmente un magnífico libro: "Las Ciudades de la Edad Media", de Henri Pirenne, donde éste afirma cosas como ésta: " En ninguna civilización la vida urbana se ha desarrollado independientemente del comercio y de la industria". (nota del autor).
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