5.3.13

Artículo de AGF para publicar y difundir: Gracias

En Sevilla por la mañana

 

                                Son las doce de la mañana, el día está nublado y hace un notable frío acentuado por la humedad del río Guadalquivir que corta en dos la mayor ciudad de Andalucía; es el dos de marzo del 2013; el que cae en sábado y por tanto es "fiesta", puesto que en España hay dos fiestas seguras a la semana… y ésta en Sevilla es "un fiestón", por cuanto el 28 de febrero se instauró como "día de la región" y al caer éste en jueves; se establece lo que aquí denominamos "puente festivo" y que cubre desde el jueves al domingo. Hoy es sábado y me encuentro aquí circunstancialmente, por cuanto mi esposa viene como peregrina al lugar donde reposa una santa ("Sor Ángela de la Cruz") y por ser éste un día especial para la misma (es el día en que murió: nace y muere aquí en Sevilla: 1846-1932-2 de marzo), quiere venir a orar y pedir preces  para ella y para el resto de la familia… vengo gustoso a acompañarla y ya hemos visitado el santuario; donde han llegado "multitud de devotos"… y ahora me encuentro aquí… "más aburrido que una ostra pero, en un momento, el interior me manda escribir y voy tomando mis muy concentradas notas de las que surge este relato".

 

                                Me encuentro sentado en una terraza en un lugar famoso de esta ciudad y que se conoce como "La Campana", placeta que por cuanto veo es algo así como el corazón de esta urbe; puesto que un continuo ir y venir de autobuses urbanos, en el que no falta los que hacen el circuito turístico, lo demuestra; así como la gran afluencia de viajeros que cargan y descargan, sobre todo los del servicio urbano; el otro se ve "de capa caída"; la crisis económica se nota significativamente hoy aquí.

 

                                Estoy en una mesa de la "Confitería La Campana" y como el tiempo no es agradable, pido un vaso de leche muy caliente con una bolsita de té rojo; así me libro de ir con mi esposa y dos amigas, que tras la visita a la santa, se van de escaparates y no sé si también a los grandes almacenes que desde aquí estoy viendo. Me tomo la leche y el té y enciendo un cigarro puro, de los que siempre llevo alguno para "matar estos ratos de aburrimiento, relajación y también de meditación", que surgen en cualquier momento del viaje… y me pongo a observar todo lo que me rodea… bien abrigado puesto el húmedo frío cala.

 

                                En los sesenta minutos que estaré aquí, me vienen a visitar; "cuatro pedigüeños que insisten en recibir una limosna, tres limpiabotas que insisten en limpiarme los zapatos, un vendedor de loterías que insiste en venderme "un trece" el que me asegura tocará; vienen también dos gorriones y dos palomas los que hambrientos, pasan por debajo de mi mesa buscando algo para matar su mucha hambre y a los que lamento no poderles facilitar ni una "miaja" (migaja) de nada"… También viene a hacerme compañía una mosca, la que pese al frío o por ello mismo, se queda en la mesa casi todo el rato que estoy aquí, quizá ha encontrado el suficiente alimento para seguir viviendo o sobreviviendo… "la corta vida de una mosca"; yo ni la molesto, puesto que ella "guarda sus distancias" y no me molesta a mí.

 

                                Notaré a lo largo del día la gran abundancia de mendigos o pedigüeños, amén de saltimbanquis, mimos y toda esa grey que como en el medievo, cada cual se va buscando su vida como buenamente puede; abundan igualmente los negros africanos, con sus "mantas" tendidas en las aceras donde colocan sus mercancías para tratar de venderlas… y algunas gitanas que ofrecen un tallito de romero a cambio de "la voluntad" de a quién en definitiva, le están pidiendo limosna.

 

                                Cerca de mí veo a un vendedor ambulante de "castañas asás" (asadas) y el que con su carrito y particular asador, pareciera algo así como un símil de aquellas locomotoras que funcionaban con carbón o leña, por la chimenea de humo que tiene en su carrito el castañero; también tengo cerca a "un actor" ambulante, el que mediante unas cuerdas empapadas de un líquido jabonoso, moviendo las mismas logra unas grandes pompas o burbujas, que el airecillo que corre las eleva hasta más altura de los edificios que nos rodean y las que se pierden en el cielo sin romperse… a sus pies mantiene una especie de sombrero en el que recibe la voluntad de sus espectadores (sobre todo niños) traducida en monedas. En definitiva otro pedigüeño más. Veo pasar a un negro, con una especie de violín o guitarra de gran tamaño y cuyo tambor es de piel… me hubiera gustado oír aquel instrumento por lo extraño y voluminoso del mismo; pero no es cosa de seguirlo a ver donde coloca… "su puesto de pedir limosna".

 

                                Pasa el tiempo y llegan las trece horas… el ambiente no ha cambiado ni va a cambiar en todo el día; el Sol hoy también ha estado de fiesta y por tanto "ausente de su trabajo", en esta casi siempre soleada Andalucía. 

 

                                Y como pronto será la hora de comer, me levanto (la mosca ya se fue) pago al camarero y me dirijo a "Serranito", un restaurante con buena fama, que se encuentra aquí cerca (calle Alfonso XII) y en el que se come bien (nos dijo la guía que capitanea el autocar) y a buen precio; cosa que se confirma plenamente, cuando después salimos de comer en el mismo.

 

                                A la vista de todo "esto", podrán comprobar mis lectores y sobre todo algunos de ellos que a lo largo del tiempo me preguntan, el cómo… "se escribe y el cómo se encuentran temas"… el que de cualquier cosa, de cualquier espacio de "tiempo muerto", puede surgir un relato para entretenerse y entretener a otros.

 

                                Sonrío para mis adentros al terminarlo y recuerdo otro viaje a Sevilla en el que escribí otro artículo o relato, titulado… "Las tres cuerdas de una guitarra" (debe estar en mi Web); y en el que en otra situación más trágica, escribí al lado de un hospital de aquí, en el que operaban a mi hija menor… "que se había abrasado la mano con una planchadora industrial"… relato que me sirvió de lenitivo en aquellos bastante inciertos y angustiosos días… de los que ya sólo nos queda el recuerdo… pues todo salió bien; gracias a aquel hospital de la Seguridad Social,  y a la eficacia del equipo para "quemados" del mismo, que tan grande y merecida fama tiene… por lo que omito su nombre… no es necesario ello, al menos aquí en Andalucía… ¡Benditos sean!

 

Antonio García Fuentes

(Escritor y filósofo)

www.jaen-ciudad.es (aquí mucho más)

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