25.5.17

Artículo de AGF para publicar y difundir: Gracias

AQUEL TELÉFONO DE CANUTOS

 

            Han transcurrido más de setenta años; era yo muy niño cuándo ya sometido a un horario de ocho horas de trabajo, entré en aquella droguería; que aún tenían instalado aquel teléfono de canutos, pues eran dos, los que unidos a la caja de madera, permitían mediante un cable, llevarlo a la oreja y el otro, fijo en la madera... había que arrimar bien la boca, para pedir el número a la telefonista; a la que se le avisaba descolgando el del oído y moviendo una manivela instalada a la derecha del cajetín. No se me olvidará que aún estando en una capital de provincia, cuyos habitantes no llegarían entonces a cincuenta mil, el número de aquel negocio no lo olvidaré nunca; tenía asignado el 154, de aquellos (hoy) rudimentarios aparatos. Luego cuándo vino el servicio automático, se pasó a cuatro cifras y le asignaron el 1615. Aquellas cuatro cifras se mantuvieron hasta después de mi casamiento y paternidad; todo lo demás vino mucho después, pero cuasi en aluvión por lo rápido.

            Pero no puedo olvidar anécdotas como la que sigue. Ya me dedicaba aún siendo bastante joven, a pequeños negocios y representaciones y recuerdo, que una vez, y tratando de cerrar una operación de dos toneladas de aceite de linaza; tuve que emplear dos días, en lograr tres conferencias con un pueblo de León (La Bañeza) para cerrar el trato, puesto que en el locutorio de la Telefónica de calle Mesones, era imposible conectar con la provincia de León y la señorita del mostrador, repetía incesantemente a mis requerimientos... no hay línea, no puedo conectar nada más que con Madrid y allí no me dan línea... larguísimas horas con la incertidumbre de conseguir, o no, aquella, para mí importantísima operación, que al fin se logró.     Igualmente recuerdo al compañero viajante y desde el teléfono de la pensión, descolgar el teléfono y decirle a la operadora... Señorita póngame con tal número y avíseme antes de que se acaben los tres minutos... recordemos que se cobraban fracciones de tres minutos y si se pedía, la operadora te avisaba para si querías continuar con otra fracción; aquel viajante sabía aquello y cómo eran épocas en que no sobraba el dinero, pues había que economizar.

            Pasó el tiempo y como sabe el que me conoce, emprendí una más de mis aventuras empresariales e inauguré en 1972 un hotel; el que y tras lucha con el monopolio telefónico, me hizo desmontar una centralita sueca y me colocó por bemoles... una de su propia cosecha y que costaba el doble. Los teléfonos eran normales y se mantenía el contacto humano, donde una voz humana te atendía en todas las necesidades propias; había contadores para medir los pasos consumidos etc. aún cuando seguían existiendo ciertos abusos monopolistas.

            Bueno, pues a pesar de todo ello, yo recuerdo ese período de más de cuarenta años, que va de lo que digo al principio hasta lo de la centralita. Hoy vas a un hotel y estás sólo y aislado para muchos servicios telefónicos, puesto que la electrónica ha permitido ello y los buenos días señor, son las siete de la mañana (por ejemplo) se transforma en una musiquilla, algunas veces horrible, que suena tras desconectar el auricular y entonces caes, en que es la hora en que dijiste anoche que te despertasen... no hablemos de esa horrible invasión de telefonines y ruidos más o menos desagradables, que te importunan a cada momento y en cada lugar... ¡Oh progreso... cuánto nos has dado... pero también... cuánto nos has quitado de humanidad!!

 

 

Antonio García Fuentes

(Escritor y Filósofo)

www.jaen-ciudad.es (en ella otros muchos trabajos)

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