20.2.06

LA PACIENCIA ORIENTAL O EL BAMBÚ JAPONÉS


En innumerables ocasiones y debido a mi ya larga experiencia, de observador de todo lo que me rodea del mundo natural, he escrito y mantengo, que... “el mejor libro que puede leer a lo largo de toda su vida, el hombre; es el que está escrito a ras de la corteza terrestre y en los diferentes lugares o reinos naturales que ha podido observar ese hombre”. Hoy muy ampliados con esos maravillosos documentales que nos ofrecen las televisiones, si bien en tiempos muy limitados, puesto que el negocio de las mismas no son los documentales, sino lo que se ha venido en denominar como “televisión basura”.

Si el hombre es la culminación de toda la creación natural en este planeta, de alguna manera, desde esa cúspide humana hacia abajo y donde los naturalistas encuentran sus raíces... se encuentran todas las enseñanzas que precisa para una mayor perfección. De ahí que los grandes pensadores, hayan empleando siempre y metafóricamente, los reinos animal e incluso vegetal, para que mostrándolos a sus discípulos, éstos reflexionen y emulen en lo positivo que enseña constantemente la bien denominada... “Madre Naturaleza”, que indudablemente lo es como madre y maestra, si bien enseña con una austeridad, disciplina y dureza que no entendemos y que muchas veces incluso nos asusta o espanta.

Saben, quienes me leen, que hace ya muchos años; yo cultivo un pequeño huerto con un jardín anexo y el que en sí mismo y en su limitado espacio; no más de unos seiscientos metros cuadrados... encontré y encuentro, gran cantidad de hechos naturales pero que me hacen reflexionar y en los que encuentro muchos significados para proseguir en la lucha por la vida.

Este invierno y en esta meridional Andalucía (si bien yo vivo en el norte de la misma) hemos soportado, fríos y heladas, más propias de Noruega, Suecia o Finlandia, que de estas tierras del Sur de España, puesto que se han llegado a medir en mi provincia (Jaén) hasta casi veinte grados centígrados bajo cero y lo que ha llegado a secar, incluso a viejos y duros olivos, que suelen aguantar bien los fríos extremos... pero incluso en estos que dan por secos; la mayoría están brotando tan pronto el calorcito primaveral, ha entrado en su organismo interno; y lo hacen, como todo vegetal obra, o sea, que si llega a secarse, lo hace autoprotegiéndose con sus hojas y creándose por su fuerza defensiva, su propio abrigo o defensas, que van muriendo de arriba hacia abajo y por ello, los brotes se inician desde el punto más alto del tronco principal y ramas gruesas (que han quedado “vivos”); por lo que muchos de esos olivos, no han muerto ni morirán... simplemente tendrán una larga convalecencia y volverán a ser olivos en plena producción, a lo largo de varios años... puede que algunos tarden diez o doce, pero volverán a la pujanza que tuvieron aguantando esos hielos como olivos, muchos de ellos ya centenarios. Todo ello encierra una muy buena enseñanza de lucha y no rendirse por nada.

Las hiervas o “yerbas” parásitas, suelen ser indestructibles; suelen desarrollar raíces tan profundas que cuando vas limpiando el huerto y tratas de arrancarlas, consigues sacar una parte de la raíz, pero no toda... obran como lo hacen algunos reptiles menores (la lagartija por ejemplo) que “suelta” la cola y huye de su depredador, sabiendo que luego le nacerá otra nueva... igual hacen estas plantas, puesto que llegado el momento... “se parten por un determinado punto de su raíz y luego pasado un tiempo y con tenacidad inaudita siguen brotando”... “llevo casi treinta años observado algunos tipos de estas yerbas y siguen en el lugar que estaban cuando yo empecé a intentar destruirlas y seguro que lo estarán después de yo muerto, son para mí el máximo ejemplo de la tenacidad por conservar la vida, crecer y multiplicarse”. Es claro que no he empleado ni la química ni una excavadora... empleo las herramientas del jardinero u hortelano, pues con ellas también se profundiza... “pero esas yerbas pueden más” y si las dejas avanzar, terminan por “comerse” lo que de plantas o flores cultivadas pongas cerca de ellas. Hoy no hablo de las hormigas (ya lo he hecho) que también hay y de varias especies en mi huerto... “son la perfecta organización y sistema de defensa heroica hacia todo lo que interfiera en su hormiguero, no se rinden jamás”.

O sea que la lucha del jardinero u hortelano, ha de ser constante para conseguir los frutos que pretende, contra las fuerzas y elementos contrarios; por ello mi admiración, de siempre, al hombre campesino, agricultor o ganadero y al que debemos tanto.

Por si fueran poco mis propias observaciones; un amigo me envía el siguiente texto, que reproduzco íntegro: “El bambú japonés”: Hay algo muy curioso que sucede en el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abandonas y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no ocurre nada apreciable. En realidad no pasa nada durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de treinta metros!”. ¿Qué ha ocurrido en esos siete años? sencillo, la semilla se ha limitado a crecer y tomar la suficiente fuerza o potencia bajo tierra, para luego lanzarse con seguridad a donde ha de llegar en plena potencia de crecimiento... “pero a su tiempo”.

Meditando sobre estas y otras muchas cosas de la Madre Naturaleza y viendo el comportamiento de los que indudablemente somos “sus hijos mayores”; la verdad uno no tiene por más que sonreír con conmiseración y mirar al cielo... “para ver de contar nubes y estrellas”.

Como escribiera hace muchos años... “nos están llevando muy deprisa hacia ninguna parte... pues bien, a mi entender ya hemos llegado”. ¿Y ahora qué?.


Antonio García Fuentes
(Escritor y Filósofo)
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