13.2.07

EL TELÉFONO: UTILIDAD Y DROGA


Negar que el teléfono, como cualquier otro medio de comunicación humana es útil, resulta absurdo; pero igualmente hay que analizar ya, lo que es utilidad y lo que es droga o mejor dicho, droga perniciosa. Y el teléfono con la invasión y uso desmedido de la actualidad, ya y para mí, es más droga que utilidad y además, un incordio público, por cuanto casi todo el mundo que padece “telefonomanía”, incordia al más cercano en cualquier lugar, incluso manteniendo charla o conversación con otro; cuando inesperadamente suena “la cantinela” (cuando no desagradable ruido) del “móvil”. O sea que la invasión telefónica, ha fomentado la ya abundante mala educación humana. Pero, ¡Oh el silencio… Oh “la cotorra humana y su parloteo!

Hay que analizar que el teléfono droga y como otras drogas, suele resultar carísimo de mantener y ya hay familias, que el presupuesto para la “telefonomanía”, significa un desequilibrio presupuestario; en detrimento de cosas más necesarias y útiles para la familia o para el individuo; pero en cierta forma lo de la “telefonomanía”, no es otra cosa más, que un significativo malgasto en lo que yo denomino, “necesidades vicio” y las que como tal, inteligentemente hay que dosificar a la pura y simple necesidad. Hace milenios los dijeron los griegos: “Nade en exceso”.

El teléfono no es “un juguete”, puesto que emplearlo como tal es de tontos. Tontura que explotan enormemente bien, “los dueños del tiempo”; puesto que…”vender tiempo es de lo más rentable del mundo, ya que esa materia prima nunca se acaba; veamos los ingresos y las ingentes cantidades de dinero que manejan los vendedores de los tiempos telefónicos, de emisoras de radio y televisión y el más moderno “juguete” cual es la inmensa “selva virgen” que conocemos como Internet”.

Afortunadamente para mí, aprendí a valorar el tiempo telefónico, en los ya lejanos tiempos “de Franco” y cuando el teléfono era un lujo cuasi. En mi época de viajante, era hasta muy normal el indicar a la “señorita” (operadora) que te fuese avisando las fracciones de tres minutos, para cortar a tiempo y no pasar a los siguientes tres minutos; medida gubernamental franquista que como tantas otras, no permitía abusos para el indefenso consumidor… entonces denominado “usuario”. Incluso muchos profesionales, teníamos en el despacho, un pequeño reloj de arena, con ese tiempo (3 minutos) y con él a la vista, regulábamos el consumo para no malgastar dinero.

También aprendimos (muchos) a mentalizar a las familias, que “la ausencia de noticias son buenas noticias”… sí, casi siempre y salvo excepciones es así. Si por desgracia sufrías un accidente, de inmediato y simplemente por el documento de identidad, ya se encargaban las autoridades de comunicarlo de inmediato.

A pesar de todos estos condicionantes, “La Telefónica” (“la señora Telefónica” que yo decía) era posiblemente la empresa más potente de las de toda España; aún controlada por el Gobierno del Estado (como en general controlaban todo; y en estos casos bien controlado para que no hubiesen muchos abusos) y pagaba muy bien a sus empleados, que eran “un ejército” y había “bofetadas para entrar en ella”, precisamente por la seguridad en el trabajo, la buena paga, el buen estatus social que se alcanzaba y la plena seguridad en que allí se jubilaban los que entraban; y se retiraban luego, con magníficas pensiones… ¿qué ha quedado de todo ello hoy… que incluso ya no te atienden personas, sino robots y han desparecido las gratuidades y atenciones que recibíamos?... sonriamos, estos monopolios de hoy, son peores que “los de Franco”.

Bueno, pues a pesar de todo ello y hablo de más de cuarenta años atrás; tenía entonces, un amigo abogado, mucho mayor que yo; que se sinceraba diciendo dos cosas que nunca he olvidado… “Hay dos lujos ya en este loco mundo, uno no tener automóvil, el otro poder prescindir del teléfono” (Antonio Donaire Rús q.e.p.d.). Es más, me ampliaba diciendo; “Del automóvil he logrado librarme, del teléfono no; y estoy deseando jubilarme para arrancar el “cordón” (cable) y devolver este trasto a la compañía”. Quiso, incluso contratar sólo línea de salida, puesto que lo que no toleraba era “el timbrazo” de llamada a cualquier hora y día, importunándole cuando más a gusto se encontraba. Entonces no se podía anular la conexión salvo dejándolo descolgado y aún así, la operadora empezaría a dar timbrazos hasta que alguien cogía el auricular y lo colgaba en su soporte de baquelita. Sin embargo Antonio era avanzado, por cuanto decía que debiera ser obligatorio, la instalación de uno comunal en las casas de más de seis vecinos, para emergencias o necesidades de la comunidad de vecinos.

Hoy hasta han desaparecido muchas de las cabinas que fueron instaladas entonces en innumerables lugares, en las que incluso podías hablar con intimidad, de las que no queda ya, ni una… “el negocio es el negocio y el indefenso usuario a pagar y callar”.


Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen.ciudad.org (allí más)

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