6.2.07

LAS VOTACIONES Y EL TONTO DEL PUEBLO


Ocurrió (según me contaron) que en un pueblo, organizaron una votación muy importante para el mismo; importante, claro está según que parte del pueblo proponía; puesto que teniendo posibilidades de acometer “obras de importancia”; unos proponían aumentar los regadíos trayendo nuevas aguas de una lejana montaña y otros, como ya el pueblo era “bastante acomodado” (que no rico) proponían tirar la vieja plaza de toros y edificar una nueva, “con todas las comodidades y adelantos” que requería la denominada… “fiesta nacional”, ya que en el pueblo; había una “gran” afición por la “fiesta de los toros de muerte”.

Cómo en aquel pueblo, aparte de brutos eran bastante “liberales” y además las votaciones no las querían complicadas; se dedicaron a planificar (los dos bandos) sus actuaciones y propagandas, que aparte de en la plaza y las cuatro esquinas de las calles; se desarrollaba en las tabernas y al calor de los buenos vinos de la tierra y que los tenían “de todos los colores”.

Cada cual “trabajó todo cuanto pudo por sus intereses” y según sus bienes de fortuna, algunos pagaron más o menos “damajuanas” de vino, a sus posibles electores, a quienes mientras se zampaban el vino (con alguna tapa derivada de “los frutos del cerdo”); les explicaban las ventajas de la riqueza que traerían las nuevas aguas, o bien la que aportarían los espectáculos taurinos, con la afluencia de nuevos visitantes que vendrían desde muchos kilómetros a la redonda, a “dejar su dinero en el pueblo”.

En el ayuntamiento, bastante equilibrado en “fuerzas brutas”; acordaron y por cuanto no se fiaban mucho unos de otros y sabían que el analfabetismo era muy abundante… el que el asunto, se resolvería a concejo abierto y “a grito pelado” sería emitido el voto; escrupulosamente controlado por los “hombres y mujeres” (allí admitían también el voto femenino) denominados “de bien” y que fueron elegidos por los munícipes, no sin largas y “cruentas” discusiones.

Llegó la mañana de votaciones, preparada con sumo interés; por lo que el pregonero del pueblo, la estuvo anunciando toda la semana anterior, mañana, tarde y noche, hasta que el pobre; terminó ronco de tanto gritar la obligación que tenía el pueblo, “para bien de todos”; el que “democráticamente se dirimiera tan importante asunto”.

El alcalde subido en una tarima y con voz potente (era cabrero y estaba acostumbrado a gritar a las cabras, para “que no tiraran al monte”) inquirió a los asistentes, el que se asegurasen que todos los con derecho a voto, estaban en la plaza; dio cinco minutos para la revisión, puesto que no eran muchos cientos a votar y cualquier falta se notaría de inmediato, ya que incluso a los enfermos; una comisión y libreta y lápiz en mano, les habían ido a pedir el voto y anotado con toda claridad sus preferencias… Así, “todo atado y bien atado”, se empezó a votar mediante levantamiento del brazo y posterior recuento de brazos en alto.

Se realiza ello y asombrosamente resulta un empate… se vuelve a realizar por dos veces más y se vuelven a reafirmar los votantes y vuelven a empatar.

¡¡Esto no puede ser!! Dice, colérico el alcalde… aquí pasa algo raro… a ver, ordena… contad todos los votos y veamos si han votado todos… efectivamente, cuentan los votos, pero contados y recontados por tres veces… “falta un voto de un ciudadano con derecho al mismo”… pero el que no saben, de momento, quién es.

Cuando ya perplejos, deciden disolver la asamblea y declararla nula… “aparece Manué, más conocido como el tonto del pueblo, pero que al ser mayor de edad, tiene derecho a emitir su voto. Manué, se acerca al gentío y pregunta “qué pasa allí”; le informan de las votaciones y no se entera de apenas nada. El alcalde y a punto de darle “un síncope”, le grita incitándole (era bruto pero demagogo y sabía lo que ocurriría)… ¡¡Manué… regadíos o toros!!... y Manué, que era aficionado a los toros, “votó” por los toros.

¡¡Y por esa mayoría absoluta aquel pueblo pudo disfrutar de su nueva plaza!!

Sí, es un cuento “tonto” o fantástico; pero en la realidad, son “los tontos listos de las minorías”, los que al final se llevan “la plaza” y todo cuanto a ellos les interesa… “y al pueblo, pues ya se sabe… “que le den regadíos y otras yerbas”, pero “a pagar nuevas plazas de toros y otras chuminadas, que poco porvenir tienen para un pueblo verdaderamente civilizado y por tanto, amante del verdadero progreso.

Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen.ciudad.org (allí más temas)

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