13.4.06

“EL PRECIO” del Automóvil y el de la carretera”


Cuando ocurre, casi cualquier tipo de accidente de automóvil, autocar, camión, etc. Suele montarse, el ya clásico y exagerado aparato “para informar”; convirtiéndose en macabros espectáculos, los que (a mi juicio) debieran ser mucho más restringidos, piadosos y humanos; los que simplemente cubriéndolos con un piadoso velo, harían mucho más bien que el que hacen y que llega a repeler a muchos de los obligados espectadores (en que nos convierten) de esos brutales medios que más que de información, lo son de desinformación (por lo abundantísimo y reiterativo de la misma) y de alguna manera lo que logran es, el que nos “acoracemos” y nos cause ya indiferencia lo que por lo sabido y multirrepetido (suelen darlo docenas de veces al día y repetirlo al siguiente o siguientes, si la masacre en abundante en sangre y muertos), ya no causa ningún efecto, por cuanto lo que ocurre y de alguna manera (“en la carretera y en tantos otros lugares”) es lo que va a seguir ocurriendo y aumentando, a medida de que lo haga el número de vehículos y de (incluso) carreteras, por bien realizados que sean ambos componentes del “mundo del automóvil”. Y ello lo van confirmando las “cuentas” que de hecho nos dan cada dos por tres, en forma machacona… “sólo en Europa, se dice que ya se llega (o pasa) de las cien mil muertes en carretera, a las que hay que sumar las de zonas urbanas, y sin olvidar heridos, lisiados, tarados de por vida, incluyendo paraplégicos y sin olvidar la cuenta de motocicletas, ciclomotores e incluso bicicletas y simples peatones, que… “andando mueren en el asfalto”.

Los infinitos (ya) escritos, reportajes, campañas, etc. no consiguen mitigar gran cosa esta plaga, la que como… “una plaga moderna equivale a aquellas pestes de que nos habla la historia y que mataban masivamente allí donde se desarrollaban”.

Y es que como ya decía un cura (jesuita) al principio de “los sesenta” (hace por tanto más de cuarenta años; y entonces las carreteras, estaban cuasi desiertas la mayoría de ellas), el que por mi e interpelado; su respuesta fue lacónica y escueta, aunque la misma causara hilaridad a las cinco o seis personas que viajábamos a la sazón en aquella furgoneta “DKW, con motor de dos tiempos”, la que “jadeaba subiendo una cuesta” y a poca velocidad, por el exceso de peso que soportaba en aquel viaje.

¿Padre... y usted cuando va a aprender a conducir?

Hijo... yo, “cuando las carreteras sean igual de anchas que de largas”.

Eran tiempos en que las carreteras en España y en otros muchos países, eran en mayoría, las que se habían trazado sobre las viejas de siglos anteriores para el uso de entonces; ganado, carretas y caballerías. Simplemente las habían cubierto de asfalto, haciéndoles las mínimas reparaciones, muchas aún, seguían “siendo terrizas”.

Pese a ello, ya entonces había bastante circulación automovilística, la que desarrollada brutalmente (no olvidemos que nuestra sociedad opulenta “va montada” sobre el automóvil, puesto que sin él, simplemente no existiría) hoy, más de cuarenta años después, ya es (reitero) una plaga y por descontado una enfermedad manifiesta y virulenta, que mata, hiere, deja inválidos y causa daños de todo tipo; y así hay que aceptarla sin tantas “parafernalias” como “los medios de desinformación”, se empeñan en presentárnos.

En España y en 1999 mueren “en la carretera” 4280 personas... Pero es que en toda Europa y en igual año, lo hacen la ya enorme cantidad de cuarenta y cinco a cincuenta mil personas (45.000/50.000) lo que en el caso europeo, se ha duplicado y en muy pocos años. Cantidad y que reitero, para que no se olvide; a la que hay que aumentar, los heridos, disminuidos físicos, parapléjicos y los que luego mueren en hospitales o en sus propios domicilios, a consecuencia de las secuelas de los accidentes.

Tristemente es una realidad, y algo que ya no se puede evitar de ninguna de las maneras; es por tanto, la factura que tenemos que pagar para seguir disfrutando (“si es que esto ya se puede considerar un disfrute”) la vida que por lo que sea, estamos viviendo de grado o a la fuerza. “El automóvil, el movimiento de masas y el brutal consumo de todo lo inimaginable, es el motor de la sociedad opulenta y actual, que y por lo que parece, ya no se puede detener”… salvo que sucumba por sí misma.

De acuerdo que (quizá) la mayoría de accidentes se podrían evitar; que la culpa es siempre de “un ser humano”, el que generalmente y bajo los efectos que sean, no sólo suele padecer los hechos (mortales o no) si no que se lleva por delante a quienes, inocentes pagan las consecuencias, pero... ¿qué podemos hacer en realidad?... ¿cuántos otros hechos produce ese ser humano en solitario o en grupo y en todos los grados en que produce (por lo que sea) la humanidad “individual o colectiva”?. Pienso que tan poco, tan poco, que lo que hay es que “humanizar” mucho más las informaciones, llevarlas a los grados positivos (empezando en los niños y en sus escuelas) y que nos formen mucho más de que “nos informen”; pero para ello se necesitan buenos formadores y no “tanto correveidiles como hay sueltos”; más buscando “el dinero y la fama”, que otra cualquier cosa, “digan lo que digan y lo hagan como lo hagan”.

Y por nuestra parte, eludir el uso del automóvil y de muchos de los viajes, si en verdad no los necesitamos con mucha premura y caso de viajar, saberlo hacer y tomando todo tipo de precauciones… “que podamos”.



Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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