25.8.08

Artículo de AGF para publicar y difundir: Gracias

RECORDANDO AQUELLO VIVIENDO ESTO

 

            Aquellos que aún viven y lo vivieron, lo recordarán y sonreirán; las nuevas generaciones puede que les cueste trabajo imaginarlo, pero es bueno que lo sepan.... se avecinan tiempos difíciles, muy difíciles.

            Aprendí a escribir a máquina siendo niño, creo recordar que con diez u once años, y en la misma escuela nocturna donde aprendí lo poco que pude de "lo demás"; mi madre pagaba un poco más para que me enseñaran a "escribir a máquina"; quizá llevaba grabado en su ser aquella última recomendación de mi padre, antes de ser fusilado… "María, que el niño no sea del campo" (el terrible campo andaluz del jornalero o bracero sin tierra)… y yo dócilmente y tras cumplir la larga jornada de trabajo, que obligado por las necesidades de aquellos terribles tiempos, venía cumpliendo desde los siete años… siempre obedecí… "lo que tú digas madre, lo que tú mandes madre"; era mi destino y nunca me rebelé contra el mismo. Se me arrebató un padre, pero se me dejaron dos grandes madres, la mía y su madre, mi gran abuela; fueron lo más grande que he recibido en este mundo. Afortunadamente y antes de lo que esperaba, éste trágico destino me compensó y muy con creces… mucho más de lo que yo esperaba… Dios existe y aunque me hizo pasar por "sólo lo que yo sé"… le quedo reconocido por el resto, Él debe saber el por qué, yo y por mucho que lo he intentado… no lo sé; simplemente lo acepto… ya lo decían los sabios, "lo que viene de los dioses acéptalo".

            Recuerdo en aquella destartalada academia de "mecanografía y cultura general", atendida por un buenísimo matrimonio (Don Antonio y Doña Lola), que nos daba los dictados en la mesa de camilla y donde luego cenarían; y en una habitación de paso, en la que cuatro viejísimas máquinas de palanca, estaban situadas en no menos viejas mesillas, donde y en viejas sillas nos sentábamos… todo comprado de "lance" o segunda mano y cada elemento, "de su padre y su madre"… allí aprendimos muchos y entre ellos yo, que aunque parezca de sueño; llegué a lograr casi cuatrocientas pulsaciones por minuto; cosa esta revisada escrupulosamente por el maestro y con un "antediluviano" cronómetro en la mano; escribiendo siempre, desde el inicio del aprendizaje hasta ese momento, con un banquillo que nos tapaba el teclado. Recuerdo dos marcas de aquellas máquinas, una "Patria" y otra "Underwood"; ésta última la más codiciada, pero la que no nos dejaban hasta haber dominado medianamente el aprendizaje, para el que nos habíamos de comprar una especie de libreta y dónde figuraba el teclado y los dedos a emplear en determinadas teclas; obligándonos ello a emplear los diez dedos y el pulpejo de la mano, para el espaciador… y ello bajo la vigilancia oportuna del maestro, que no transigía en nada; al igual que en los dictados; palabra mal escrita, repetirla escrita cien veces y presentarla a la noche siguiente, sin excusa ni pretexto. Igual se nos obligaba a repetir cuando leíamos mal, un párrafo de aquellos viejos libros, usados por miles de manos y cuyo olor aún guardo en mi ser, por lo entrañables que fueron para mis enseñanzas básicas… "luego el mundo me enseñaría todo lo demás"… pero sobre las bases de aquellos riquísimos cimientos.

            Cuando estábamos cuatro discípulos actuando en aquellas viejas máquinas; aquella habitación parecía una pequeña fábrica, motivado ello, por los ruidos de las palancas y las teclas "al estallar en el rodillo" y el consiguiente ruido de dar un espacio más al mismo con la palanca y corrimiento del "carro", hasta el tope.

            Así y con calzón corto aún, ya le hacía a mi "jefe", facturas en el trabajo y tras las horas del comercio, puesto que antes había que cumplir con "lo demás"; allí aprendí los principios de la correspondencia comercial y cobrando "cuatro perras"; a las diez de la noche, a casa a cenar y dormir, no sin antes leer todo cuanto podía, a la luz de una pequeña bombilla que colgaba del techo… "eran los tiempos que corrían, no había más, ni incluso para comprar otra bombilla de más potencia, que consumiría más".

            Años después y ya dedicándome a mis "representaciones comerciales" (muy modestas) pude comprarme mi primera portátil (Olivetti) ¡Qué maravilla poder estrenar una máquina!; luego pasé a una "Lexicón 80", posteriormente a la primer électrica, una "Praxis", ambas de igual marca… luego tuve una electrónica de importación… y por fín llegó el ordenador… "del que yo idiotamente no quise saber nada" y por ello se demoró su llegada, que debo a mi hijo por lo que le quedo muy agradecido y pese a las irritaciones que tuve que soportar, hasta poder desenvolverme bien en este "último monstruo"; al que le he unido "su primo" el portátil, para cuando voy a mi casa de la playa, o los veranos que paso en mi chalé en el campo… y con ellos, he llegado al máximo de lo que creo podré llegar en lo que me queda de vida.

            Sí, es un máximo ni soñado entonces, puesto que la velocidad que alcanzo en sus silenciosos teclados, me relaja el alma y me permite escribir a velocidades nunca soñadas; mientras mi ser se deleita oyendo música selecta o clásica que siempre tengo puesta en mi despacho; antes con discos de vinilo, de los que tengo muchos; luego con las cintas casete, después con los CD y desde hace bastantes años, con una emisora estatal, que sólo retransmite buena música ("Radio Clásica"); y ya en mi vejez, soy feliz con lo que tengo… mis templos y oratorios; son ese despacho del que cada día me levanto cansado pero no agotado; mi perrito Aníbal  entre mis zapatos (ahora mientras escribo aquí está) de vez en cuando, se levanta y reclama una caricia que con todo cariño le doy… luego subiremos a dormir y dormirá a mi lado y en su cojín, pero al alcance de mi mano… antes del sueño y muchas veces de madrugada (duermo poco por que poco necesito ya del sueño) leeré mucho de lo que siempre tengo a mano y donde duerma, siempre me acompaña la lectura. Alterno ello con mis visitas diarias mi jardín y huerto (mi otro oratorio y donde sigo aprendiendo mucho), que en automóvil, lo tengo a diez minutos de casa (siempre viene Aníbal)… y tranquilo espero los días, los meses, los años… sin prisa pero sin miedo; hace tiempo que espero a la muerte… muchas veces incluso "hablo con ella", sólo le pido que cuando venga, sea rápida… no es que tenga prisa en irme, no… pero sí a la lenta agonía o al quedar hecho un pelele como tantos desgraciados he visto a lo largo de mi ya muy larga vida: amén.

 

Antonio García Fuentes

(Escritor y filósofo)

www.jaen.ciudad.org (allí más temas)

No hay comentarios: